MENSAJE ANUAL ANTE LA 90MA ASAMBLEA GENERAL, 1995 (Parte I)
"MENSAJE ANUAL ANTE LA 90MA ASAMBLEA GENERAL, 1995
Introducción Estamos congregados aquí en este lugar para la celebración de la 90ma Asamblea General de La Iglesia de Dios desde el Levántate, Resplandece del 13 de junio de 1903; esta es la tercera Asamblea General desde que el Espíritu Santo nos llamó para la reorganización de la Iglesia durante la Asamblea Solemne el día 24 de julio de 1993. Pocos, si tal vez ninguno de nosotros, anticipábamos el cambio drástico de los eventos en la Iglesia los cuales nos han traído hasta este punto. Todo el tiempo habíamos creído que Dios iba a ejecutar una obra milagrosa a fin de poder llevar la Iglesia de vuelta al canal correcto de la dirección divina; no obstante, sabíamos muy poco respecto al cómo y al cuando Él lo iba a hacer. Sin embargo, no hay duda alguna de que ya tal obra fue ejecutada y que Dios todavía está obrando milagros para congregar Sus hijos en un solo cuerpo a fin de perfeccionarlos para la venida del Esposo. Este es un proceso continuo hasta que todo el trabajo haya sido completado, y la Iglesia sea raptada de este mundo envuelta en un gran resplandor de Gloria para encontrarse con el Señor en las nubes. En un poco más de dos años—el segundo aniversario fue el 24 de julio pasado—Dios nos ha ayudado a realizar lo que ha sido algo totalmente imposible si hubiéramos intentado hacerlo con nuestras propias fuerzas y habilidades. Dios ha vuelto a escoger un remanente de entre Su pueblo que ponga sus ojos en Él para obtener la inspiración y dirección divina necesaria para moverse en armonía con Él a medida que Él se mueve. Confiamos únicamente en Su liderato y poder para cumplir Su voluntad y propósito. Los informes estadísticos no siempre son exactos, ni tampoco nos dejan saber todo respecto a la obra de Dios. No obstante, nos confieren una idea general respecto a la dirección y dimensión de la comisión que Dios le ha ordenado cumplir a Su Iglesia. Estos informes indican un crecimiento y expansión fenomenal desde el inicio de la reorganización de la Iglesia un poco más de dos años atrás. Ninguna persona o grupos de personas podrían reclamar crédito alguno por todo lo que se ha logrado. Solamente Dios es el autor y obrador de los asombrosos pasos del progreso experimentado por la Iglesia en tan poco tiempo. Así que, tenemos una deuda de gratitud y de adoración a Dios. El escritor del libro de Hebreos expresó esto muy bien cuando dijo: "Así que, ofrezcamos por media de él a Dios siempre sacrificio de alabanza, es a saber, fruto de labios que confiesen a su nombre" (Hebreos 13:15). Levantemos nuestras manos juntas para ofrecerle un sacrificio de alabanzas y gratitud a Él por todo lo que ha hecho, por lo que está haciendo y por lo que sabemos que hará. (Adorando a Dios con las manos levantadas.)