MENSAJE ANUAL ANTE LA 88VA ASAMBLEA GENERAL, 1993 (Parte 3)
Conclusión
En estos días del fin, los días de clausura de esta época, zarparemos hacia aguas nunca antes exploradas. Sin embargo, Dios sabe exactamente el punto donde estamos en cuanto al tiempo y ubicación. No sintamos temor de caminar por fe; es mejor andar por fe y no por vista. Quizás Dios lo ha planeado de esta manera a fin de que andemos más cerca de Él y procuremos nuestra dirección para nuestras vidas de Su gracia. Sin duda alguna que somos esa generación "en quienes los fines de los siglos han parado", como lo expresa Pablo en 1 Corintios 10: 11. Nuestro curso será diferente de aquel que fue seguido por generaciones previas sobre la tierra. El evento del rapto está reservado para aquella Iglesia que se haya aparejado; por supuesto que ella será más gloriosa que cualquier otra que haya existido sobre la tierra. No habrán palabras que puedan describir su glorioso estado para ese tiempo.
Dios tendrá un pueblo santificado y separado. Si usted no está dispuesto a ser diferente y apartarse del mundo, de seguro que no logrará formar parte de este último y glorioso movimiento de Dios entre Su pueblo escogido.
Esta senda no es complicada ni más allá de la comprensión. Es un camino muy simple y evidente. Dios no ha hecho que sea difícil obedecerle. Él está llamando por personas humildes y sinceras de corazón quienes amen la justicia y la santidad de Dios, y un pueblo que ame a Dios y que se amen los unos a los otros; un pueblo cuya prioridad sea puesta en las siguientes dos palabras: "Haga lo recto".
De toda indicación, podemos ver que estamos en el umbral de un poderoso movimiento de Dios, no solo en la Iglesia, más a través de todo el universo. Sólo aquellos quienes aman a Dios y Su justicia más que nadie o nada podrán lograr la meta. A medida que el mundo se hunde cada vez más en la profundidad de la maldad y la violencia, el testimonio de Sus santos resplandecerá cada vez más. Veremos más claramente la ciudad que está asentada sobre un monte y que no podrá ocultarse. Habrá una línea más clara de distinción entre el bien y el mal y entre los santos y los pecadores. El Espíritu Santo tendrá un impacto más grande sobre aquellos en el proceso de hacer decisiones—más decisiones definidas serán hechas tocante a si aquellos que reciben convicción se rendirán a Dios y ser salvos o si le rechazaran e irán a la destrucción eterna.
A fin de traer esta era a su conclusión, el mensaje de la Iglesia será más claro y más directo que nunca antes. Se distinguirá por su simplicidad, poder, unción, amor, y su apelación a los corazones que deseen abrazarse a la verdad. La Iglesia se caracterizará por su amor sin fingimiento no solo por los suyos, sino también por los perdidos del mundo, quienes necesitan desesperadamente un Salvador y Curador.
A la vez que estamos conscientes del movimiento poderoso de Dios a nuestro alrededor, también debemos estar atentos al movimiento satánico dentro y fuera de la Iglesia. Él no puede destruir la Iglesia como un todo, pero puede hacer que algunos de sus miembros apostaten de la fe y se pierdan. El diablo es muy sutil y utilizará toda suerte de maquinación y engaño demoniaco en su libro para impedir el progreso y éxito de La Iglesia de Dios. Su obra se intensificará a medida que nos acercamos al fin, pues está convencido de que su tiempo es corto. Nadie tiene que fallarle a Dios, pues Él tiene más poder que el diablo. Podemos lograr la meta si nos aferramos firmemente a Sus promesas.
Nosotros no sabemos cómo Dios nos dirigirá en esta reorganización, pero todos sabemos cómo vivir justamente y trabajar para el Señor dondequiera que estemos. En los días que subsigan, sin duda que tendremos que caminar con Él paso a paso a medida que se nos va revelando A Sí Mismo. Él suplirá nuestras necesidades a medida que se las llevemos en oración. Nuestros pensamientos e ideas pueden estar en conflicto con las Suyas, pero debemos recordar que Sus pensamientos y Sus caminos no son nuestros pensamientos y caminos. Solo podemos entenderlos a medida que le seguimos y a la vez que Él se nos revele A Sí Mismo. Las glorias en medio de nuestras incertidumbres residen en el hecho de que somos dirigidos por la mana de un Dios omnipotente, omnisciente y omnipresente. Por supuesto que Él no nos guiará par la senda errónea, ni tampoco nos hará mal. El gozo frente a nosotros borrará cualquier prueba y tentación que podamos afrontar. Nuestra fe y confianza en Él no puede fracasar.
A medida que nos despedimos de esta Asamblea, vayamos adelante con creciente celo y determinación de andar bien cerca de Dios. Hagamos el propósito en nuestros corazones de hacer del mensaje de La Iglesia de Dios, el cual es el mensaje total de Dios para el hombre, uno que no solo produzca la salvación eterna, sino también uno que nutra y enseñe Sus santos preceptos sobre cómo vivir para Dios en este mundo.