Robert J. Pruitt, pasado Supervisor General en la 92o Mensaje Anual, 1997
…Después de la Asamblea Solemne de 1993, somos la tercera parte mencionada en Zacarías 13:8, 9, que dice: “Y acontecerá en toda la tierra, dice Jehová, que las dos partes serán taladas en ella, y se perderán; mas la tercera quedará en ella. Y meteré en el fuego la tercera parte, y los fundiré como se funde la plata, y probarélos como se prueba el oro. El invocará mi nombre, y yo le oiré, y diré: Pueblo mío: y él dirá: Jehová es mi Dios.”…
Después de la reorganización del 24 de julio de 1993, llegamos a una mejor compresión de la profecía de Zacarías. La historia de La Iglesia de Dios desde su “Levántate y Resplandece” del 13 de junio de 1903, después de la Edad Oscura nos muestra claramente que Zacarías estaba hablando de las separaciones de 1923 y 1993, cuando en ambos casos hubo una desviación del gobierno y la doctrina, cortando los elementos apostatas y dejando sólo un remanente para continuar en las sendas antiguas de la revelación divina. Según el profeta, las dos partes que fueron cortadas estaban destinadas a morir.
Nosotros, como La Iglesia de Dios, la institución divina de Dios, la esposa desposada de Cristo, única y exclusiva, aceptamos la distinción de ser la “tercera parte”. No negaremos ni rechazaremos la designación divina de ser la continuación de la Iglesia la cual Jesús estableció en el monte Hatín alrededor del 28 d. C. hace casi 2000 años, la Iglesia imparable e invisible contra la cual las mismas puertas del infierno no pueden prevalecer.
Nosotros, con la distinción de ser la “tercera parte”, también aceptaremos la identidad del ave de muchos colores de Jeremías 12:9, quien fue rechazado por sus compañeros. Aceptamos el reproche de ser el exclusivo, como lo hizo Moisés “Teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los Egipcios…” (He.11:26).
La Iglesia también debe ser consciente de que está destinada a pasar por los fuegos del refinamiento, una parte necesaria del proceso de perfeccionamiento. Parece que ya hemos comenzado y estamos en alguna etapa de su progreso.
Las aflicciones físicas han golpeado a muchos de nuestro pueblo; otros han estado pasando pruebas, tribulaciones y persecuciones del diablo. Algunos han sido injustamente juzgados y encarcelados. Algunos han sufrido los efectos violentos del clima y han perdido todas sus posesiones en tormentas e inundaciones. Hay muchos cuyos antiguos amigos se han vuelto contra ellos y ahora dicen toda clase de mal contra ellos. Las familias se han separado y los seres queridos han dejado de hablarse. En todas partes hay agonía del corazón y del alma por toda la violencia y la maldad que nos rodea. Los enemigos de La Iglesia de Dios no se detendrán ante nada para infligir dolor y tristeza contra las personas inocentes, temerosas de Dios, que aman la verdad y la santidad.
Reconocemos esto como obra de Satanás quien sabe que su tiempo es corto y está determinado a causar tanto daño como pueda al pueblo de Dios en el tiempo que tiene. Gracias a Dios, en el Rapto estará el pueblo de Dios fuera de su alcance. Vemos estos tiempos de angustia como parte de los fuegos refinadores que nos prepararán para el proceso de perfeccionamiento del cual saldremos como plata refinada y oro puro, así como también escribió el profeta Malaquías: “Y sentarse ha para afinar y limpiar la plata: porque limpiará los hijos de Leví, los afinará como á oro y como á plata; y ofrecerán á Jehová ofrenda con justicia” (Mal. 3:3).
Otro hecho sorprendente de ser la “tercera parte” es que vamos a tener que avanzar más en la espiritualidad que cualquier otra generación de la Iglesia. Debemos alcanzar el estado de perfección. Ninguna otra generación de la Iglesia ha alcanzado jamás el estado de ser de la misma mente y el mismo parecer. Debemos olvidarnos de lo que otros dicen sobre la imposibilidad de ser perfectos y seguir esforzándonos hacia esa meta hasta que la hayamos alcanzado. Dios no aceptará nada menos que eso. Es Su plan y mandamiento que lo hagamos. Es esta generación que lo hará. En la Biblia no podemos encontrar lugar para una “cuarta parte”. No podemos encontrar ningún lugar para que la “tercera parte” no sea espiritualmente refinada a oro puro y plata refinada. Ese cargo se nos ha dado a nosotros, a esta generación, y no debemos fallar. Está a nuestro alcance. Por la gracia de Dios lo alcanzaremos. Dios no requerirá de nosotros algo que, por Su gracias, no podamos alcanzar. Detrás de cada mandamiento Él pone la omnipotencia del cielo y el poder para alcanzarlo.