M. A. Tomlinson, Pasado Supervisor General en la 72º Mensaje Anual, 1977
Es motivo de preocupación hoy que hay algunos en la Iglesia, por pacto, que no aceptan la verdad de que están en la Única Iglesia de la Biblia. Una vez el Señor le habló al profeta Ezequiel acerca de la falta o perdida de la visión de Israel. Ellos estaban en cautiverio en ese momento. Ellos habían abandonado la teocracia y ya no eran la Iglesia en el desierto, pero Dios nunca deja de recordarles Su voluntad. Ezequiel dice: “Y díjome: Hijo del hombre, este es el lugar de mi asiento, y el lugar de las plantas de mis pies, en el cual habitaré entre los hijos de Israel para siempre: y nunca más contaminará la casa de Israel mi santo nombre…” (Ez. 43:7).
Luego el Señor mencionó algunas de las contaminaciones de Israel, diciendo que tendrían que quitar esas cosas antes de que Él pudiera habitar en medio de ellos. Luego observe los versículos 10 y 11: “Tú, hijo del hombre, muestra á la casa de Israel esta casa, y avergüéncense de sus pecados, y midan la traza de ella. Y si se avergonzaren de todo lo que han hecho, hazles entender la figura de la casa, y su traza…”
En Su omnisciencia, Dios sabía lo que haría Israel; por lo tanto, es posible que Sus palabras tuvieran más significado para la Iglesia que sería establecida por Su Hijo, ya que la Iglesia sería Su morada para siempre, y debía ser sin mancha ni arruga, santa y sin defecto.
Es cierto que algunos en la Iglesia no la ven como la casa profética de Dios. Con toda justicia y amor, debemos hacer todo lo posible para mostrarles la casa o la Iglesia. Entonces, si ellos reconocen la visión bíblica, y la necesidad de aceptar y obedecer la Palabra de Dios en su totalidad, tal vez podamos continuar y mostrarles los detalles del gobierno y operación de la Iglesia de acuerdo con las Escrituras.
Si han de permanecer en la Iglesia, se les debe ayudar a comprender que no sólo son hijos de Dios por el nuevo nacimiento, sino que el sagrado pacto que tomaron en la presencia de Dios y de los testigos presentes los hizo miembros del Cuerpo de Cristo. Si ellos pueden ver a la Iglesia como ese único cuerpo, se alegrarán de comparar el modelo.
Me temo que la Iglesia no está siendo predicada ni enseñada de manera tan general y completa como antes. Posiblemente algunos piensen que esto alejará a la gente. Aunque algunos pueden alejarse porque parecemos demasiado eclesiásticos, ¿qué pasa con los muchos otros que están buscando fervientemente la única Iglesia? Aquellos que se alejan no están listos para aceptar toda la Biblia como la Palabra de Dios; pero otros están listos, y no debemos dejar de darles la verdad. Esta es nuestra responsabilidad distintiva. Nadie más va a predicar esto, porque no les es dado predicar.
Es casi imposible que los nuevos miembros y los jóvenes vean la Iglesia a menos que se la mostremos por medio de las Escrituras. La revelación divina tiene como autoridad la Palabra de Dios. Operar la parte organizacional, sin predicar la Iglesia como el organismo o cuerpo divino, podría ser más cegador que revelador. No podemos darnos el lujo de retener ninguna parte de la visión completa de la columna y apoyo de la verdad. Tenemos que ver la casa nosotros mismos antes de poder predicarla claramente a los demás.
Así como había un solo Cristo de la profecía, así también hay una sola Iglesia de la profecía. Jesús demostró ser Cristo por Su perfecto cumplimiento de todas las cosas escritas de Él en el volumen del Libro. Muchos no lo reconocieron porque estaban muy arraigados en la tradición judía, pero Jesús vino para revelar la voluntad perfecta del Padre y ponerla en movimiento…
Si la Iglesia no está siendo predicada y enseñada de acuerdo con la revelación divina, en algún momento tendremos que hacer gran parte de nuestro trabajo. Es mucho más fácil ser minucioso a medida que avanzamos…
Era una Iglesia visible que Jesús estableció cuando llamó a Sí a los que quiso, ordenó el ministerio, les dio Su comisión, hizo un registro y los envió (Marcos 3:13-19). Era una Iglesia visible que caminó con Él desde entonces hasta Su ascensión. Era una Iglesia visible que fue investida de poder el Día de Pentecostés; y era una Iglesia visible que “saliendo, predicaron en todas partes, obrando con ellos el Señor, y confirmando la palabra con las señales que se seguían” (Mr. 16:20) …
La teoría de una Iglesia invisible se desarrolló durante la Edad Oscura como resultado de la confusión del denominacionalismo. Los grupos celosos recibieron rayos de luz individuales y comenzaron a construir organizaciones sobre doctrinas aisladas. Sabían que no eran la Iglesia de la que leían en la Biblia, por lo que concluyeron que la Iglesia bíblica era una Iglesia invisible o espiritual, cuyos miembros solo se conocían en el cielo. Eventualmente se sumergieron tanto en la teoría del dominacionalismo que se negaron a romper con la tradición cuando llegó el momento oportuno. Tal como lo habían hecho los judíos cuando la Iglesia fue establecida por primera vez por Jesús.
Pero la Iglesia tuvo que levantarse de la cubierta de credos y enseñanzas erróneas que habían sido amontonados sobre ella a través de los 1,578 años del periodo de la Edad Oscura…
Cuando la Iglesia se levantó en cumplimento de la profecía el 13 de junio de 1903, era un cuerpo visible que comenzó a funcionar bajo el principio del gobierno teocrático tal como en los primeros días…
Siento que debo repetir que, si la Iglesia no está siendo predicada y enseñada desde el punto de vista de la profecía y el patrón del Nuevo Testamento, tendremos más y más personas que no entenderán nuestra razón para operar como lo hacemos. Es muy importante que la verdad de una Iglesia para todos funcione tal como lo hizo desde el tiempo de su establecimiento por Jesús hasta el tiempo de la apostasía, sea enseñada y predicada sin el más mínimo compromiso de desviación. No se trata de ser ni parecido ni diferente de las practicas comúnmente aceptadas entre los grupos cristianos. Nuestra preocupación es seguir el patrón de la Iglesia primitiva, la cual Dios presenta en la ley y los profetas…
Es evidente que vamos a tener que probar la identidad de la Iglesia mediante la autoridad bíblica, sin importar cuánto choca su singularidad con los sistemas religiosos aceptados de nuestros días.