R. O. Covey, El Mensajero ala Blanca, 10 de junio de 1967
ALGUNAS PERSONAS QUIEREN QUE SE LES CONFÍE, pero no se les debe confiar. Ellos justificadamente anhelan posiciones de responsabilidad, pero resulta que el pensamiento motivador es para el prestigio personal y el estatus. Cuando se les coloca en un puesto de responsabilidad, la autoridad que tienen la ejercen completamente, pero el trabajo involucrado es insuficiente.
En la edición de junio de 1967 del Happy Harvester, hay una breve historia sorprendente titulada: “¡Señor, hoy!” En esencia, el cuidador de un bellísimo jardín italiano, con una antigüedad de veinticinco años, fue interrogado por un turista que evidentemente pensó que este jardinero debe haber estado bajo constante supervisión de un exigente propietario. Resultó, sin embargo, que el propietario solo había visitado su propiedad cuatro veces en los veinticinco años, y el mayordomo nunca llegó a dar órdenes. El turista exclamó: “¡No obstante, usted mantiene el jardín, tan limpio y ordenado que uno pensaría que usted espera al dueño mañana!” A lo que el cuidador respondió rápidamente: ¡Hoy, señor, hoy!”
PERMANECER EN LA APROBACIÓN DEL “JEFE” es una ambición encomiable, pero no la más encomiable. La aprobación del jefe estará automáticamente allí si tenemos la preocupación adecuada por su negocio en mente. Si estamos haciendo un trabajo aceptable (y todo cristiano debería), hacer el trabajo bien es de tanto interés para nosotros como para el propietario. Pero algunos evidentemente no lo piensan así.
Ellos nos recuerdan a los niños traviesos en la escuela. Si la maestra sale del salón, no importa cuán momentáneamente, ¡el chasquido del cerrojo detrás de ella desencadena instantáneamente un estado de alboroto! ¡Los estudios abandonados! ¡Hay una pared delgada entre ellos y el ojo que los vigila! Entonces, no importa cuán suavemente sea el reingreso de la maestra, ¡los revoltosos están sumergidos en el estudio para cuando su ojo rápido está sobre ellos! ¡PERO ELLA SABE! ¡Sí, de alguna manera, de alguna manera ella sabe! Ese es un secreto que ningún niño o niña indisciplinado alguna vez ha descubierto.
ES PATÉTICO ver un comportamiento de un niño de cinco o diez años en un cuerpo de cuarenta años. Si la causa es un padecimiento mental, lo entendemos y no pensamos mal. Pero si tal comportamiento surge de la inmadurez, o de ser mimado, es completamente desagradable para todos los que se han convertido en maduros en su pensamiento y su conducta. Pablo dijo que cuando se convirtió en hombre, dejó las cosas de niños.
¡Pero algunos nunca crecen! No obstante, quieren los mejores trabajos, el trato más considerado, el prestigio más alto. Piensan que deberían confiar en ellos, sin embargo, cuando “el jefe”, o aquellos sobre ellos en el Señor, no están viendo, son tan irresponsables como un niño de diez años. Esta irresponsabilidad puede surgir como negligencia en el trabajo, o en forma de problema o comportamiento infantil y ligereza, pero cuando “esa cierta persona” viene, ¡todos están trabajando! ¡PERO EL SEÑOR SABE! ¡Sí, de alguna manera, de alguna manera, Él sabe! ¿Cómo? ¡Es un secreto que el hombre o la mujer inmaduro aparentemente nunca ha descubierto! Porque, cuando llega el momento de los ascensos, están profundamente heridos porque una persona “insignificante” tranquila y sin pretensiones califica, ¡mientras que su “calificación prioritaria” no parecía contar!
¿RECUERDA LA PARÁBOLA DE LOS TALENTOS? ¿Qué dijo el señor de los siervos al hombre de los cinco talentos? ¿Y al hombre de los dos talentos? [Mateo 25:21], “Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu señor.”
En otra ocasión se dijo [Lucas 16:10-12], “El que es fie en lo muy poco, también en lo más es fiel: y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las malas riquezas no fuisteis fieles. ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?”
CADA MIEMBRO DE LA IGLESIA DE DIOS ha recibido su trabajo para hacer. Léalo en Marcos 13:34:
“Como el hombre que partiéndose lejos, dejó su casa, y dio facultad á sus siervos, y á cada uno su obra, y al portero mandó que velase:” La parte que dice, “…dio facultad a sus siervos” parece sonar mejor que el que dice, “…y á cada uno su obra”. Pero parece ser la orden de Dios que el “hombre trabajador” demuestre su valor por el empleo sobrio y constante de sus talentos antes de que Él diga: “Sobre mucho te pondré…”
Jesús continuó con una advertencia: “Velad pues, porque no sabéis cuándo el señor de la casa vendrá; si á la tarde, ó á la media noche, ó al canto del gallo, ó á la mañana; porque cuando viniere de repente, no os halle durmiendo. Y las cosas que á vosotros digo, á todos las dijo: Velad” (vv. 35-37).
¿PRESTIGIO? NO VALE ABSOLUTAMENTE PARA NADA a menos que se base en la virtud. ¿Qué tipo de prestigio queremos? ¿A quién esperamos impresionar? Si aparentamos ser confiables, debemos ser confiables. Dios quiere hombres y mujeres en los que se pueda confiar en secreto o en público; de los cuales se puede depender sin ser supervisados, cuyas credenciales prácticas los califica tan completamente como sus certificados, diplomas y títulos.
NOS CONFÍAN el negocio más grande e importante bajo el cielo edificando la Iglesia de Dios. No edificando un nombre para nosotros mismos; No para “protegernos” en seguridad terrenal. Sino más bien usando y siendo usados para lo que las puertas del infierno no prevalecerán.
FINALMENTE, MIRE A JESÚS, siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación ser igual a Dios, aun así, no buscaba prestigio para Sí Mismo. Tomó el lugar de un siervo, el lugar de un siervo digno de confianza, y fue obediente a Su Padre, hasta la muerte. Por esto, Él fue exaltado a tal lugar de autoridad que usted y yo no podríamos ni siquiera ser salvos ¡excepto a través de Él! ¡Aleluya! (Filipenses 2:5-11).
Inmediatamente después de estas palabras de Pablo, encontramos algunas adecuadas con las cuales nos deja pensando: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor.”