Por el Obispo Oscar Pimentel, Supervisor General de La Iglesia de Dios
Hay una aprensión en la mente de la gente del mundo. Ellos difícilmente pueden expresar lo que piensan, pero parecen sentir que algo de naturaleza seria está por llegar. Algunos tiemblan ante lo desconocido y otros inventan excusas para los muchos sucesos extraños en nuestro día. Esperan y observan inquietos mientras se sientan en la oscuridad, sin entender que estamos viviendo cerca del rapto de la Iglesia y las escenas finales de la historia de la tierra. Pero Pablo dijo a los santos, “Mas vosotros, hermanos no estáis en tinieblas, para que aquel día os sobrecoja como ladrón” (1Ts. 5:4). El ministerio lleno del Espíritu y los miembros de la Iglesia, que caminan a la luz de la Palabra de Dios, entienden que el día del Señor está cerca. Estos hombres y mujeres están trabajando, esperando y velando la aparición de nuestro Señor. El apóstol Pedro dijo, “El Señor no tarda su promesa, como algunos la tienen por tardanza; sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Mas el día del Señor vendrá como ladrón en la noche…” (2 P. 3:9, 10).
Pablo, Pedro, Juan y los ángeles se unieron al Señor para hablar de Su regreso inminente. Dirigiéndose a Su Iglesia, Jesús dijo, “Y si me fuere, y os aparejare lugar, vendré otra vez, y os tomaré á mí mismo: para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Jn. 14:3). Los “dos varones” de Hechos, en vestidos blancos dijeron: “…este mismo Jesús que ha sido tomado desde vosotros arriba en el cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hch. 1:11). Aunque han pasado miles de años desde Su promesa, sabemos con certeza que Cristo viene de nuevo. En ese tiempo, la Iglesia será sin mancha, sin arruga o imperfección y será transformada de la mortalidad a inmortalidad para encontrarse con Él en el cielo. No todos serán testigos de esta primera parte de Su segunda venida, solo aquellos que estén preparados, despiertos, trabajando, velando y esperándolo. Cristo vendrá a honrar a los que lo aman y guardan Sus mandamientos. Este será un momento glorioso en que Él desciende del cielo con la voz del arcángel y la trompeta de Dios, para resucitar a los santos muertos y arrebatar a Su Iglesia para la cena de las bodas del Cordero.
Solo un poco más, santos, ¡y veremos al Rey! ¡Solo un poco más y volaremos! ¡Solo un poco más y nuestra peregrinación terminará! ¡Solo un poco más y Él enjugará cada lágrima de nuestros ojos! ¡Solo un poco más y estaremos en casa con amigos! ¡Solo un poco más y un nuevo día comenzará! ¡Solo un poco más y viviremos con la multitud del cielo! ¡Solo un poco más y emprenderemos nuestro viaje celestial! ¡Solo un poco más y el Salvador nos presentara, “delante de su gloria irreprensibles con grande alegría!” (Jud. 1:24).
“Empero el día y hora” dice Jesús, “nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino mi Padre solo” (Mt. 24:36). Cristo dijo claramente que no podía dar a conocer el tiempo preciso de Su segunda venida; es un misterio de Dios. Pero mandó a Sus discípulos a “de la higuera aprended la parábola”. Así como los hombres saben cuándo se acerca el verano por la rama tierna que echa hojas, así podemos saber que, Su venida “está cercano, a las puertas” (Mt. 24:32, 33) por la evidencia de los eventos profetizados, la iniquidad y el estado inmoral de un mundo que encuentra su contraparte solo en los días de Noé y Lot.
Las condiciones predominantes del mundo en los últimos días se describen en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 17 y 21. Ellos mencionan falsos mesías, que se levantarían y dirían, “Yo soy el Cristo” , y engañaran a muchos. Josefo habla de varios de estos impostores que aparecieron incluso antes de la destrucción de Jerusalem. El mismo engaño practicado entonces se ha intentado a través de los siglos ya que muchos han pretendido ser el Hijo de Dios encarnado. He leído por lo menos siete hombres alrededor del mundo de hoy en los países de Inglaterra, Brasil, Rusia, Sudáfrica, Zambia, Japón y Filipinas que afirman ser el Cristo. Muchos de ellos han engañado a un gran número de personas. Considere también el crecimiento de las religiones que falsamente se aferran al nombre “cristiano” pero dicen, “…Nosotras comeremos de nuestro pan, y nos vestiremos de nuestras ropas; solamente sea llamado tu nombre sobre nosotros, quita nuestro oprobio” (Is. 4:1). Estos son los que comen su propio alimento no espiritual, visten sus vestiduras de justicia humana, y están llenos de espíritus engañadores y doctrinas de demonios para arrastrar a las masas.
No es de extrañar entonces que cuando los discípulos le preguntaron por una señal de Su venida, lo primero que Jesús dijo fue, “Mirad que nadie los engañe” (Mt. 24:4). Su aparición no se parecerá en nada a la de los farsantes. La primera parte de Su segunda venida tendrá lugar de repente y sin previo aviso, “En un momento, en un abrir de ojos” (1 Co. 15:52), “como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del hombre” (Mt. 24:27). Luego volverá con sus santos, después de la cena de las bodas, y sus pies tocarán de nuevo esta tierra. “Y afirmaránse sus pies en aquel día sobre el monte de las Olivas, que está en frente de Jerusalem a la parte oriente: y el monte de las Olivas se partirá por medio de sí hacia el oriente y hacia el occidente, haciendo un muy grande valle; y la mitad del monte se apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el mediodía” (Zac. 14:4).
Mateo, Marcos y Lucas todos registran la mención de Cristo sobre guerras, rumores de guerra y naciones que se levantan una contra la otra como señal de Su segunda venida. El siglo veinte estuvo dominado por el conflicto y el siglo veintiuno tampoco parece estar yendo demasiado bien, con el espíritu de guerra a nuestro alrededor mientras los titulares de las noticias hablan de tecnologías emergentes para desarrollar armas para el despliegue global. Las naciones ahora están aumentando sus ejércitos permanentes como si esperaran participar en conflictos sangrientos y ver catástrofes y destrucción en cualquier momento.
Los escritores del Nuevo Testamento hablan de hambruna, pestilencias y terremotos en varios lugares. A lo largo de la historia ha habido muchas hambrunas y aún hoy, el hambre desesperante existe en muchos países. Debido a que podemos vivir en un lugar que no se ve afectado negativamente por la escasez de alimentos, podemos tender a ignorar este hecho; sin embargo, las poblaciones que sufren de falta de alimentos se han extendido. Ya que Cristo habló de esto como una señal para indicar los últimos días y Su pronto regreso, nos corresponde ser conscientes de que cientos de miles de personas mueren de hambre cada año y muchos millones están al borde de la hambruna incluso ahora.
El mundo entero se ha visto muy afectado por la pandemia de COVID-19 en los últimos años. ¿Quién esperaría lo rápido que cambiarían las circunstancias “normales” o cómo afectarían a nuestras vidas? En su mensaje, Jesús habló de la pestilencia como uno de los indicadores de Su regreso. A pesar de los pasos gigantescos de la ciencia médica, los funcionarios de salud pública de todo el mundo están preocupados por el brote de epidemias y pandemias nuevas y diferentes. Recientemente, la Organización Mundial de la Salud anunció que la viruela del mono es una emergencia de salud pública de preocupación internacional. Y luego están las muchas enfermedades antiguas que han azotado y atormentado la humanidad, como la malaria y la tuberculosis, que, independientemente de los avances médicos para combatirlas, van en aumento, junto con el empeoramiento de enfermedades como el cáncer, las enfermedades del corazón, la diabetes, etc. Estas y muchas otras enfermedades parecen intensificarse a medida que se acerca el final.
En los últimos años, la mayoría de nosotros nos hemos dado cuenta de que ha habido terremotos con mayor frecuencia, a veces en lugares inusuales. En algunos lugares, son un acontecimiento común con una magnitud tan pequeña que no aparece en los titulares. Pero “terremotos por los lugares” significa terremotos que ocurren fuera de los lugares que normalmente los tienen. Jesús no estaba simplemente profetizando sobre una mayor frecuencia de terremotos antes de Su segunda venida, sino que ocurriría en lugares inesperados y con una magnitud sin paralelo, algunos de los cuales provocarían el rugido de “la mar y de las ondas” (Lc. 21:25). ¿Acaso no hemos visto estas cosas a nuestro alrededor en muchas partes del mundo hoy?
Si bien es cierto que estas cosas han ocurrido en diferentes generaciones desde Cristo, una señal muy reveladora de los tiempos es que también se llevaría a cabo la predicación del evangelio por testimonio a todas las naciones. Las guerras, terremotos y pestilencias no anunciarían la venida del Señor, ¡el evangelio tendría que ser predicado en todas partes! Jesucristo dijo que, “será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, por testimonio a todos los Gentiles; y entonces vendrá el fin” (Mt. 24:14). No dice que todo el mundo se convertirá, sino que el evangelio será predicado en todo el mundo. El evangelio del reino ha alcanzado a muchas, muchas naciones. Hay varios medios por los cuales las buenas nuevas de salvación están siendo proclamadas en nuestros días. A través de plataformas digitales, libros, boletines, artículos e incluso películas y radio. Difícilmente hay una nación a la que no se le haya llevado el evangelio. La pequeña nación Micronesia de Kiribati, que para uno sería difícil encontrarla en un mapa del Océano Pacifico, incluso en esa isla poco conocida, el evangelio de Jesucristo llegó hace muchos años.
Mientras el Salvador continúa describiendo las condiciones del mundo a Su venida, Él dijo, “Y como fue en los días de Noé, así también será en los días del hijo del hombre…Asimismo también como fue en los días de Lot…” (Lc. 17:26,28). ¿Cómo era el mundo en la época de Noé? Nos dijeron, “que la malicia de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Gn. 6:5). Los habitantes de ese mundo dieron la espalda a Dios y se olvidaron de su Creador. Siguieron a sus propias imaginaciones impías y caminos violentos y fueron destruidos como resultado. Los días de Lot no eran muy diferentes. La Biblia dice de Sodoma y Gomorra que su pecado “se ha agravado en extremo” (Gn. 18:20). Aunque indudablemente otros pecados estaban presentes en aquellas ciudades, también estaban involucrados en el grave pecado de homosexualidad. Su saturación con pasiones indomables, maldad y perversión fue la causa de su derrocamiento. El mundo de hoy se ha sumergido más profundamente en el pecado de manera similar, complaciendo descaradamente las libertades carnales sin restricciones a tal grado que han establecido algo llamado“ Mes del Orgullo”, pero las Escrituras advierten sobre el curso antinatural y descarriado de aquellos que rechazan el mensaje del evangelio.
En el evangelio de Lucas, el Señor describe además el día de Lot al decir, “Comían, bebían, los hombres tomaban mujeres, y las mujeres maridos…compraban, vendían, plantaban, edificaban” (Lc. 17:27,28). Esto podría describir nuestro mundo ahora mismo. En los países de prosperidad y abundancia, parece que el hombre todavía está completamente absorto en comer y beber, plantar y edificar. Cristo no dijo que todas estas eran cosas prohibidas o que todos eran malas personas, seguramente hubo algunas personas decentes desde el punto de vista moral. Pero las personas decentes no siempre son personas justas. Incluso ellos pueden olvidarse de Dios y andar según la corriente del mundo. Algunos irán tan lejos como para decir, “¿Por qué preocuparse por una vida por venir cuando el presente es tan satisfactorio y mejora cada día?” El atractivo de la ganancia terrenal tiene a muchos ocupados en comprar y vender, pero sin responder al programa de Dios y sin preocuparse por la eternidad. Su actitud indiferente será su desaparición. Este mundo sigue el mismo camino que el anterior. El hombre rechaza la verdad y se ama a sí mismo y a los placeres en lugar de a Dios. Es sin afecto natural, feroz y despreciador de los que son buenos.
Este mundo busca ansiosamente el conocimiento, pero ignora la Santa Palabra de Dios que dice, “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová…” (Pr. 1:7). El profeta Daniel dijo, “Multiplicaráse la ciencia” (Dn. 12:4), pero no el conocimiento de Dios. Si bien la ciencia y la tecnología han dado grandes pasos para beneficiar a la humanidad, gran parte de su avance acelera un tiempo en el que Dios será completamente expulsado del panorama y reemplazado por una ideología secular, material y humanista. La tragedia es que algunos que profesan ser cristianos también están viviendo por este mismo impulso. Ellos no tienen tiempo para Dios que los ama, pero descuidadamente persiguen ambiciones terrenales. Ellos cantan “Este mundo no es mi hogar; Solo estoy de paso”, pero parece que las comodidades y conveniencias de esta vida presente han hecho del mundo un lugar encantador para que ellos lo habiten. La advertencia de nuestro Señor es, “…mirad por vosotros, que vuestros corazones no sean cargados de glotonería y embriaguez, y de los cuidados de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra. Velad pues, orando en todo tiempo, que seáis tenidos por dignos de evitar todas estas cosas que han de venir, y de estar en pie delante del Hijo del hombre” (Lc. 21:34-36).
Cristo y Sus santos apóstoles exhortan a Su Iglesia de una actitud de constante espera con un escenario de “la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Col. 3:2). Escuchémoslos un poco más: “Mirad, velad y orad: porque no sabéis cuándo será el tiempo… Velad pues, porque no sabéis cuándo el señor de la casa vendrá; si a la tarde, o a la media noche o al canto del gallo, o a la mañana. Porque cuando viniere de repente, no os halle durmiendo” (Mr. 13:33, 35, 36). “Por tanto, no durmamos como los demás; antes velemos y seamos sobrios” (1 Ts. 5:6). “Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras antorchas encendidas; Y vosotros semejantes a hombres que esperan cuando su señor ha de volver…Bienaventurados aquellos siervos, a los cuales cuando el Señor viniere, hallare velando…” (Lc. 12:35-37).
Si estamos dormidos, ¡Oh Señor, muévenos y despiértanos! Aquellos que verdaderamente creen que el regreso de Cristo por Su Iglesia no se demora, no se dejarán atrapar por los excesos y afanes de esta vida ni serán negligentes con lo más necesario de este día; velar por el Señor y purificar su alma por la obediencia a Su Palabra. En Mateo 24:45, Jesús pregunta, “¿Quién pues es el siervo fiel y prudente…?” El siervo fiel y sabio está persuadido de que su Señor está a la puerta y lo declara, no tanto con palabras, sino con hechos y celo en la viña del Señor. Trabaja para que las almas perdidas sean salvas y advierte a su generación mientras él se prepara. Jesús dijo, “Bienaventurado aquel siervo, al cual, cuando su señor viniere, le hallare haciendo así” (Mt. 24:46). Pero Cristo trae a la vista otra clase de siervo a quien llama “malo” . Este siervo no niega que viene su Señor, pero su corazón dice, “Mi señor se tarda en venir” (Mt. 24:48). Sin duda muchos están tentados a pensar que Su venida no está cerca, pero está cerca, “a las puertas” .
Quiero animar solemnemente a cada ministro y miembro de La Iglesia de Dios a estar en un estado constante de expectativa y preparación. Satanás ve que le queda poco tiempo y ha puesto todos sus poderes en contra de la hermosa Novia de Cristo para tratar de burlar, engañar, ocupar y absorber tantos miembros como sea posible, hasta que la persuasión de la pronta venida del Señor sea desterrada de sus corazones y mentes.
“Empero acerca de los tiempos y de los momentos, no tenéis, hermanos, necesidad de que yo os escriba: Porque vosotros sabéis bien, que el día del Señor vendrá así como ladrón de noche, que cuando dirán, Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción de repente, como los dolores á la mujer preñada; y no escaparán. Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sobrecoja como ladrón” (1 Ts. 5:1-4).