M. A. Tomlinson, Mensajero Ala Blanca, 5 de enero de 1980
“Amarás á tu prójimo como á ti mismo” (Mt. 22:39). Este mandamiento pronunciado por Jesús pesa mucho sobre nosotros al considerar, en esta edición especial del Movimiento de la Banda de la Asamblea, la responsabilidad que tenemos unos por otros.
Que todos somos miembros los unos de los otros en el Cuerpo de Cristo es cierto. Ninguno de nosotros es independiente, capaz de sobrevivir en esta guerra que estamos librando sin la fuerza de apoyo de nuestros compañeros soldados. Sería una tontería que un individuo considerara luchar solo contra las fuerzas extrañas que se han puesto en orden contra la Iglesia de Dios. Sería prudente que recordara que él es solo un soldado en el Ejercito de Cristo, y tener cuidado de llevar a cabo su responsabilidad específica, con el debido respeto por todos sus compañeros soldados.
Amarse y apreciarse unos a otros es un principio vital en esta lucha contra Satanás. Cuando un prójimo es herido en la batalla, el amor no permitirá la indiferencia ante sus necesidades. Dejarlo a merced de su enemigo sería verdaderamente cruel. Amarlo “como a ti mismo” aseguraría todos los esfuerzos para ministrar a sus necesidades y ver que esté protegido tanto como sea posible de nuevos ataques de quien está tratando de destruirlo.
Este amor no es algo que debamos alcanzar; es una virtud inherente a la persona espiritual. Pablo escribió a los Gálatas: “vosotros que sois espirituales, restaurad al tal con el espíritu de mansedumbre” (Gá. 6:1). El ministerio de la Iglesia de Dios es un ministerio espiritual que sólo puede ser ejecutado por personas espirituales. Los corazones llenos de amor no ignorarán la difícil situación de un compañero herido en la batalla.
“Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará á su compañero: mas ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante” (Ec. 4:9, 10).