Por Deborah Perkins, Coordinadora General del MBA
“Para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se interesen los unos por los otros” (1 Co. 12:25).
La palabra “CUIDAR” significa la provisión de lo que es necesario para la salud, el bienestar, el mantenimiento y la protección de alguien o algo. Romanos 12:3-5 dice: “Digo pues por la gracia que me es dada, á cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con templanza, conforme á la medida de la fe que Dios repartió á cada uno. Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, empero todos los miembros no tienen la misma operación; así muchos somos un cuerpo en Cristo, mas todos miembros los unos de los otros.” El “TODOS” enfatiza a cada individuo que forma parte de la membresía, y significa cada uno. “Por manera que si un miembro padece, todos los miembros á una se duelen; y si un miembro es honrado, todos los miembros á una se gozan. Pues vosotros sois el cuerpo de Cristo, y miembros en parte” (1 Co. 12:26, 27).
Jesús, el Príncipe de los Pastores, conoce a las ovejas y las llama por sus nombres, indicando el tierno afecto que tiene por cada uno de Su rebaño. “…y á sus ovejas llama por nombre, y las saca…Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Jn. 10:3, 27).
La Palabra de Dios nos encarga que tengamos un interés (el estado de querer saber o aprender sobre algo o alguien) en cada miembro. “Considera atentamente el aspecto de tus ovejas; pon tu corazón á tus rebaños” (Pr. 27:23). Y Jesús describe conocer a cada una de forma distinta en Su parábola: “Y él les propuso esta parábola, diciendo: ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si perdiere una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va á la que se perdió, hasta que la halle?” (Lc. 15:3, 4). El miembro perdido del rebaño era de tal importancia que el pastor dejó las noventa y nueve para encontrar a esa “una”. Eso debería decirle a usted y a mí cuán importante es cada miembro del Cuerpo de Cristo. Incluso se nos recuerda en nuestros Consejos a los Miembros que, “Como miembro, cuanta uno”.
“Hermanos, si alguno fuere tomado en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restaurad al tal con el espíritu de mansedumbre; considerándote á ti mismo, porque tú no seas también tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros; y cumplid así la ley de Cristo” (Gá. 6:1, 2). Cuando Pablo dice “Sobrellevad los unos las cargas de los otros”, la palabra que usa casi con certeza significa “apoyar”, lo que significa dar asistencia, ayuda y socorro. “Y respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalem á Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; é hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Y aconteció, que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, se pasó de un lado. Y asimismo un Levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, se pasó de un lado. Mas un Samaritano que transitaba, viniendo cerca de él, y viéndole, fué movido á misericordia; y llegándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole sobre su cabalgadura, llevóle al mesón, y cuidó de él. Y otro día al partir, sacó dos denarios, y diólos al huésped, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que de más gastares, yo cuando vuelva te lo pagaré” (Lc. 10:30-35).
Un “hombre” , podría ser un miembro de La Iglesia de Dios, el Cuerpo de Cristo, cayó “en manos de ladrones” y fue despojado de sus vestiduras, herido y dejado medio muerto. Jesús dijo en Juan 10:10: “El ladrón no viene sino para hurtar, y matar, y destruir…” El sacerdote que se encontró con el hombre herido “por casualidad” (es decir, la posibilidad de que algo sucediera) podría haber hecho la diferencia. Podría haber hecho algo. Pero ni siquiera fue conmovido por la necesidad del hombre porque eligió pasar de lado. Cuando el levita llegó cerca de él, lo miró también pero también prefirió pasar de lado. Estos hombres ocupaban cargos religiosos respetados, pero optaron por ignorar a una persona gravemente herida. David escribió en Salmos 142:4: “Miraba á la mano derecha, y observaba; mas no había quien me conociese; No tuve refugio [una condición de estar seguro o protegido de persecución, peligro o problemas], no había quien volviese por mi vida.” ¡Esto no puede pasar en La Iglesia de Dios! “Mas un Samaritano que transitaba, viniendo cerca de él, y viéndole, fué movido á misericordia” (Lc. 10:33).
¡El samaritano tenía el Espíritu de Cristo! Compasión es tener empatía y preocupación por los sufrimientos o las desgracias de los demás. Es el sentimiento que surge cuando uno se enfrenta al sufrimiento de otro y se siente motivado a aliviar ese sufrimiento. El samaritano vio las heridas del hombre y la compasión lo movió a hacer lo necesario para cuidarlo: vendarlo y echarle aceite y vino. El profeta, en Isaías 61:3, dijo: “A ordenar á Sión á los enlutados, para darles gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar del luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya.” El vino representaba un agente de limpieza. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad” (1 Jn. 1:9). Pero el samaritano no se limitó a aplicarle aceite y vino. También le pagó al mesonero para que continuara con la atención y prometió regresar con más dinero, si era necesario.