Por el E. Roger Ammons, Ministro de Comunicaciones de La Iglesia de Dios
“CONFORMES A LA IMAGEN DE SU HIJO”
Romanos 8:29¿Enseña la Biblia la “Santificación Progresiva”? La mayoría de los que usan el termino santificación progresiva niegan que hay una segunda obra de la gracia instantánea, posterior a la justificación, y un requisito previo para el bautismo del Espíritu Santo. Aunque la Biblia enseña que hay una experiencia instantánea de santificación, también enseña la perfección progresiva.
Pablo oró por los tesalonicenses, “Y el Dios de paz os santifique en todo; para que vuestro espíritu y alma y cuerpo sea guardado entero sin reprensión para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Ts. 5:23). Uno puede ser completa e instantáneamente santificado. En ese momento, es santo o perfectamente santificado. Es tan limpio y puro como le es posible serlo. En ese sentido, es perfecto. Sin embargo, debe permanecer bajo el torrente purificador de la sangre de Jesús para mantener su perfección. “La religión pura y sin mácula delante de Dios y Padre es esta…guardarse sin mancha de este mundo” (Stg. 1:27). De acuerdo con la gramática del griego original, esto significa que él “quiere seguir manteniéndose libre del mundo” (Robertson’s NT Word Pictures [Imágenes de la Palabra del NT de Robertson]). Pablo escribió a los corintios, “limpiémonos de toda inmundicia de carne y de espíritu, perfeccionando la santificación en temor de Dios” (2 Co. 7:1). Pedro escribió, “guardaos que por el error… caigáis de vuestra firmeza. Mas creced en la gracia…” (2 P. 3:17, 18). Sin embargo, un cristiano no puede crecer como debe hasta que haya sido instantáneamente santificado. La perfección progresiva tiene que ver en mantenerse “sin mancha de este mundo,” “perfeccionando la santificación,” y “creced en la gracia”. No se crece EN la gracia de la santificación, sino EN la gracia de la santificación HASTA la perfección. “Por tanto, dejando la palabra del comienzo en la doctrina de Cristo, vamos adelante á la perfección…” (He. 6:1).
Este estudio no pretende disminuir o cuestionar la doctrina principal de la santificación instantánea, que hemos experimentado y apreciamos tanto. Sin embargo, nuestro estudio mostrará que la Biblia en realidad dice mucho más sobre la perfección progresiva que sobre la santificación instantánea. Este estudio de la perfección progresiva demostrará, por la Escritura, que hay grados de perfección: Algunos variables, algunos estáticos, algunos relativos y algunos absolutos. Un breve artículo no puede hacer justicia a tal estudio. Esta es la primera parte, es solo la introducción. Vea las próximas publicaciones para las otras partes de este estudio.
“Y crió Dios al hombre a su imagen…Y vió Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno…” (Gn. 1:27, 31). Un Dios perfecto creó al hombre a Su imagen. La perfección absoluta está sólo en Dios. El hombre se parecía a Dios y por lo tanto tiene una perfección relativa, de la cual Dios dijo que era “bueno”, pero cuando Adam pecó, la imagen de Dios en el hombre fue dañada. “De consiguiente, vino la reconciliación por uno, así como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, y la muerte así pasó á todos los hombres, pues que todos pecaron” (Ro. 5:12). “Porque así como en Adam todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados…Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adam en ánima viviente; el postrer Adam en espíritu vivificante…El primer hombre es de la tierra, terreno: el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo…Y como trajimos la imagen del terreno, traeremos también la imagen del celestial” (1 Co. 15:22, 45, 47, 49).
El segundo Adam es el Hijo de Dios, Jesucristo, quien es “el resplandor de su gloria, y la misma imagen de su sustancia” de Dios (Lea Hebreos 1:3; 2 Corintios 4:4; Colosenses 1:15). Mientras contemplamos “la gloria del Señor, [nosotros] somos transformados de gloria en gloria en la misma semejanza, como por el Espíritu del Señor” (2 Co. 3:18).
La Santificación restaura al hombre al estado santo de Adam antes de la caída, pero mientras nosotros crecemos “en la gracia y conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 P. 3:18), experimentamos la perfección progresiva, que es el proceso de “perfeccionar la santificación” (2 Co. 7:1) o la “perfección de los santos…Hasta que todos lleguemos…a un varón perfecto, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo” (Ef. 4:12, 13).
Pasemos de lo EXPERIENCIAL a lo EXPONENCIAL a medida que somos CONFORME A LA IMAGEN DE SU HIJO (Romanos 8:29) y renovamos el conocimiento, la justicia y la santidad de verdad (Colosenses 3:10; Efesios 4:24). Así, finalmente nos convertiremos “participantes de la naturaleza divina” (2 P. 1:4). Esto no significa que nos convertiremos en Dios. Es posible que no comprendamos completamente lo que esto significa hasta que todos lleguemos al cielo, donde cantaremos y gritaremos la victoria. Así como escribió Juan “Muy amados, ahora somos hijos de Dios, y aun no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él apareciere, seremos semejantes á él, porque le veremos como él es. Y cualquiera que tiene esta esperanza en él, se purifica, como él también es limpio” (1 Jn. 3:2, 3).
PERFECCIÓN RELATIVA
La Biblia enseña que la santificación es la segunda obra definida de la gracia. Sin embargo, también enseña santidad y perfección progresiva. La perfección es un cumplimiento del 100% de un estándar establecido que es requerido por una autoridad. Este estándar se establece en relación con la naturaleza y/o la capacidad de un objeto valuado. Una vez que se ha establecido el estándar, los requisitos y la autoridad para la perfección son ABSOLUTOS para el presente estado. El término “ABSOLUTO” también puede referirse al estándar supremo más alto posible. Hay una perfección ABSOLUTA que pertenece solo a Dios. En el Antiguo Testamento, Noé era “perfecto en sus generaciones” (Gn. 6:9), Job era “perfecto y recto” (Job 1:1), y Dios mandó a Abram “sé perfecto” (Gn. 17:1). También se nos dice que el corazón de Asa (1 Reyes 15:14), Ezequiel (2 Reyes 20:3), y David (1 Reyes 11:4) eran perfectos. Parece que estos cumplieron con el estándar de perfección de Dios en relación con su generación. Pero en el Nuevo Testamento Jesús dijo, “a cualquiera que fue dado mucho, mucho será vuelto a demandar de él” (Lc. 12:48). Jesús “elevó el nivel” de perfección. En los eventos deportivos, se eleva el travesaño para ver qué tan alto puede saltar el atleta o un salto con garrocha. Elevar el nivel es establecer un estándar más alto para que otros lo sigan.
Pablo se refirió repetidamente al crecimiento de un bebé hasta la edad adulta como una ilustración de relativa perfección. Enseñó que los bebés carnales en Cristo deberían crecer hasta el punto en que pudieran ser alimentados con carne en lugar de leche (1 Corintios 3:1, 2). ¿Será que fueron salvos, pero aún no santificados? Por un tiempo, uno puede estar perfectamente sano como un bebé, pero si un bebé no crece, puede enfermarse e incluso morir. Los bebés carnales en Cristo no deben prolongar la búsqueda de la experiencia de la santificación. Un cristiano no puede crecer como debería hasta que experimente la santificación instantánea. No debe crecer “dentro de la gracia” sino “crecer EN la gracia” (2 Pedro 3:18). Según la gramática griega, este es un mandato para seguir creciendo. Dios ha dado líderes en la Iglesia para “la perfección de los santos…hasta que todos lleguemos… a la medida de la edad de la plenitud de Cristo: Que ya no seamos niños fluctuantes… crezcamos en todas las cosas en aquel que es la cabeza” (Ef. 4:12-15). Pero el escritor de los hebreos dijo que algunos, “debiendo ser ya maestros… tengáis necesidad de leche, y no de manjar sólido” (He. 5:12).
Pedro escribió que después de tener fe, deberíamos añadir virtud, ciencia, templanza, paciencia, temor de Dios, amor fraternal y caridad (2 Pedro 1:5-7). El que no crece en las virtudes de Cristo no es perfecto. En un sentido relativo, nos volvemos más y más perfectos a medida que nos volvemos más como Cristo. Cuando Pablo escuchó de la fe en Jesús de los colosenses, oró para que fueran llenos de “sabiduría y espiritual inteligencia… [y] andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, fructificando en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios: Corroborados en toda fortaleza, conforme a la potencia de su gloria, para toda tolerancia y largura de ánimo con gozo” (Col. 1:9-11). Cuando uno experimenta la santificación instantánea, está en un estado de relativa perfección, pero debe continuar avanzado “prosigo al blanco, al premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús. Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos” (Fil. 3:14, 15).