A. J. Tomlinson fue un líder eclesiástico único en la medida que fue divinamente seleccionado, ungido e instalado por nada menos que Dios Mismo para una obra que no se había hecho antes ni se podría volver a duplicar. Este trabajo fue la identificación y desposamiento de una joya escondida que había estado enterrada durante casi dieciséis siglos. Así como Dios le hizo saber, también nosotros sabemos hoy que esta joya no es otra que La Iglesia de Dios. Jesús aludió al hallazgo de tal tesoro en una parábola en Mateo 13. El versículo 44 dice, “Además, el reino de los cielos es semejante al tesoro escondido en el campo; el cual hallado, el hombre lo encubre, y de gozo de ello va, y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo”. Se nos dice en otra parte de la Escritura que el campo es el mundo. La Iglesia estuvo escondida en la oscuridad de este mundo por 1578 años antes de que A. J. Tomlinson la descubriera cuando Dios le reveló la Iglesia la mañana del 13 de junio de 1903. Su hambre por la verdad le hizo “Compra la verdad, y no la vendas; la sabiduría, la enseñanza, y la inteligencia” (Pr. 23:23) como todos debemos hacer. En verdad, el hermano Tomlinson se sumergió de lleno en la obra de la Iglesia después de que se le dio la revelación divina de que “Esta ES la Iglesia de Dios”, la cual había recibido durante su oración en la cima de la montaña ese día memorable. Inmediatamente fue seleccionado como pastor del pequeño grupo de la iglesia que se declaró a sí misma como la Iglesia de Dios en ese día histórico.
Como pastor de la iglesia anfitriona en las inmediaciones donde se llevó a cabo la primera Asamblea, moderó la primera Asamblea y cada una de las siguientes hasta la décima Asamblea de 1914, cuando fue seleccionado como Supervisor General de por vida. En el momento de esta selección, el Espíritu Santo dio un mensaje que dice: “Yo he hecho este hombre lo que es. Dale todo el honor a Dios y no al hombre”.
Dirigió a la Iglesia a través de los años formativos que siguieron al Levántate y Resplandece cuando Dios lo ungió con la sabiduría necesaria para el trabajo que tenía entre manos. Dirigió a la Iglesia a través de la perturbación tormentosa de principios de la década de 1920, llevando a la Iglesia a mayores alturas que antes había alcanzado. El Programa de Grandes Negocios de 1928, la adopción de una bandera para la Iglesia en 1933, y el comienzo de los Campos del Bosque en 1941 fueron algunos de los aspectos más destacados de su extraordinaria carrera. También fue bendecido con una personalidad que lo conectó con la comunidad empresarial de su época, lo que ganó favor para la Iglesia. La ciudad de Cleveland, así como varios empresarios prominentes, ayudaron económicamente a la Iglesia por la influencia de este hombre de Dios. Era libre de realizar desfiles por la ciudad para anunciar la Iglesia y las Asambleas Generales cada año y ganar el apoyo de la ciudadanía. En el momento de su muerte, los negocios de la ciudad cerraron mientras el cortejo fúnebre recorría la ciudad.
Sus escritos brillan con la sabiduría y la unción del Espíritu Santo y son tan frescos e inspiradores hoy como lo fueron cuando fluyeron por primera vez de su pluma. Usó cada momento disponible de tiempo en su poder para promover y edificar La Iglesia de Dios. Viajó mucho durante la temporada de convenciones, visitando la mayor cantidad posible de convenciones de estado, para ser una bendición para las iglesias en el campo. Llevaba una mesa plegable portátil improvisada con él en los trenes mientras viajaba para ayudarlo a mantenerse al día con sus escritos y correspondencia. Si no había fondos disponibles, comenzaba e iba tan lejos como lo permitieran sus escasos fondos, confiando en Dios para la finalización del viaje. Cada vez, Dios lo ayudó y siempre llegó a donde necesitaba ir. Nunca tuvo automóvil, pero eso no le impidió estar disponible para realizar su parte en el trabajo. Falleció a la edad de 78 años, después de servir a la Iglesia durante cuarenta años como Supervisor General. Muchos, como yo, que nunca lo conocimos, perecen conocerlo personalmente a través de sus escritos y el registro histórico dejado por este dedicado hombre de Dios, conocido como A. J. Tomlinson.