OTROS SERMONES

Sermones de La Iglesia de Dios

Muchas veces hemos escuchado que la juventud de la Iglesia son la Iglesia del mañana, y les pido tanto a los jóvenes como a los adultos en la Iglesia que han pensado lo mismo que reconsideren sus pensamientos. ¡La Banda de Líderes Victoriosos está dando a conocer su presencia en todo el mundo en este momento!

Hace siglos, Juan el amado identificó a un grupo de jóvenes dentro de la Iglesia a los cuales dijo, “porque sois fuertes, y la palabra de Dios mora en vosotros, y habéis vencido al maligno” (1 Jn. 2:14). He visto a tales jóvenes entre las filas de la Iglesia en diversos lugares y este tipo de testimonio aún se puede profesar sobre un grupo entusiasta de hombres y mujeres jóvenes en La Iglesia de Dios hoy. Estos jóvenes se dan cuenta de que su victoria sobre Satanás, el maligno, se basa en la FUERZA, pero no cualquier FUERZA. Si bien la FUERZA que acompaña a los años de la juventud ciertamente contribuye a lo que una persona podría ser capaz de lograr para el Señor, la FUERZA que estos conocen es una ESPIRITUAL que desciende de Dios a la vida de Sus hijos. Es la FUERZA que proviene de la presencia de la PALABRA de Dios en el hombre.

Hombres y mujeres jóvenes, este es el camino de Dios hacia la VICTORIA sobre el enemigo de nuestras almas. Cristo todavía era un hombre joven cuando estuvo en el desierto siendo tentado por el diablo, pero en los años de Su juventud, entendió que la VICTORIA sobre el maligno estaba condicionada por la FUERZA ESPIRITUAL, la cual estaba condicionada a que la PALABRA de Dios permaneciera en Él. Cuando el tentador vino al joven Jesús, Él se mantuvo firme en la PALABRA de Dios y no se movió de esa Roca firme y sólida. Él manejó magistralmente la espada del Espíritu al proclamar “¡Escrito está!” y retuvo la victoria. ¡Es vivificante y poderosa la PALABRA de Dios en su interior, viviendo en usted, morando en usted, la cual le capacitará para resistir al diablo y la tentación!

Adelante, pregúntele a la juventud de la Iglesia si ellos creen que son la Iglesia del futuro o la Iglesia del presente. Justo mientras me preparaba para escribir este artículo, una joven visitó mi oficina y me preguntó por qué los predicadores frecuentemente declaran que los jóvenes son “la Iglesia del futuro.” Incluso parecía molesta por la mera declaración. Me preguntó si no había nada que estuvieran haciendo ahora o que pudieran hacer ahora. Ella me dijo que si cambiaban su forma de pensar y comenzaban a declarar que los jóvenes son la Iglesia de hoy, podría animar a muchos de los jóvenes para que hiciesen vallado y se pusiesen en la brecha, y responder al llamado de Dios.

¿Por qué nuestros jóvenes tendrían que esperar? ¿No hay una razón para que se mantengan en la brecha cuando muchos de nuestros hombres y mujeres mayores se están yendo a recibir su recompensa? El profeta del Antiguo Testamento dijo, “Y será que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros viejos soñarán sueños, y vuestros mancebos verán visiones” (Jl. 2:28). En el derramamiento del Espíritu Santo en el Aposento Alto, cuando el día del Pentecostés había llegado por completo, el joven Pedro declaró que la gente estaba presenciando lo que ya se había declarado en las Escrituras: “esto es lo que fué dicho por el profeta Joel: Y será en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Y vuestros mancebos verán visiones, y vuestros viejos soñarán sueños” (Hch. 2:16, 17). Necesitamos tanto a los jóvenes como a los adultos. Todos son importantes y tienen un lugar en el programa de Dios.

El día en que vivimos requiere que todas las personas capaces y dispuestas entre nuestras filas se pongan al frente de la batalla. Según Joel y los apóstoles, tanto los jóvenes como los adultos tendrán un papel en los “postreros días.” Según los apóstoles y profetas, el Espíritu de Dios se derramará sobre todos los que obedezcan al Dios del cielo. ¡Ellos serán llenos del ESPÍRITU SANTO y fuego! ¡Tendremos jóvenes predicadores, jóvenes visionarios y viejos soñadores en estos postreros días! ¿Por qué nuestra juventud debería esperar ante tantas demostraciones públicas de oposición del maligno contra Dios y Su pueblo en todas partes? No le pareció bien al joven David cuando fue a ver a sus hermanos, así como su padre le había dicho, y encontró a “…un varón del campo de los Filisteos que se puso entre los dos campos, el cual se llamaba Goliath” (1 S. 17:4) desafiando abiertamente al “campo de Israel,” (1 S. 17:10). Si eso no fuera suficiente para hacer que su justa indignación aumentara, también vio a los “hombres de Israel” temblar de miedo, consternarse y huir de la presencia de este filisteo incircunciso. El celo no siempre es aptitud, pero en el caso de este joven, tenía pasión por Dios y Su pueblo que superó el miedo y la consternación, y cuando nadie más lo haría, aunque no era un hombre de guerra experimentado, dio un paso adelante (sin considerar su vida como valiosa) y mató a este terrible gigante.

Hoy, estamos enfrentando una batalla real contra un enemigo real que lucha en el reino espiritual. La Biblia dice, “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales en los aires” (Ef. 6:12). Si los ancianos de la Iglesia, los soldados veteranos de la cruz de Cristo y los ministros licenciados de Dios, no se ponen de pie y luchan para derrotar al enemigo del pueblo de Dios y a sus huestes, Dios nos conceda mucha gente joven que se mantenga firme y diga como David, “No desmaye ninguno a causa de él; tu siervo IRÁ y PELEARÁ con este Filisteo” (1 S. 17:32).

Creo que tenemos jóvenes entre nuestras filas a quienes Dios ha llenado con Su Espíritu, cuya visión transciende y se eleva por encima de las tinieblas de este mundo porque sus ojos están en Jesús, el Rey. Me he sentado y hablado con algunos de ellos en la sala. ¡Los he visto en nuestras iglesias locales, los he oído predicar desde nuestros pulpitos con fuego y pasión! Los he examinado mientras se movían entre nosotros. ¡Ellos se han apoderado de Alguien y Alguien se ha apoderado de ellos, Su nombre es Jesucristo! He visto en sus rostros que solo están esperando algún estímulo, conocimiento, oportunidad, o instrucciones para hacer algo más por Cristo y Su Iglesia. Ellos ven lo que usted y yo vemos. Ven las cosas que suceden en el mundo de hoy, pero no se desaniman ni se desalientan. Esta generación de jóvenes ven los mismos enormes desafíos que usted y yo vemos, pero ellos, como Caleb en Números 13:31, ¡están mirando a través de un par de lentes ópticos diferentes que son de naturaleza espiritual!

En tiempos bíblicos, muchos hombres y mujeres jóvenes hicieron grandes hazañas, y con razón, considerando la Biblia dice, “…el pueblo que conoce a su Dios, se esforzará, y hará” (Dn. 11:32). Fue por esta fuerza que Josué y Caleb pudieron decirle a la congregación, “…La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra en gran manera buena. Si Jehová se agradare de nosotros, él nos meterá en esta tierra, y nos la entregará; tierra que fluye leche y miel. Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis al pueblo de aquesta tierra, porque nuestro pan son: su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová: no los temáis” (Nm. 14:7-9).

Dios le había ordenado a Moisés que enviara hombres a reconocer la tierra que les había dado a Sus hijos. Fue con este entendimiento, y bajo este mandato, que los jóvenes Josué y Caleb fueron con el resto de los hombres, pero el conocimiento y la fe que tenían de su Dios marcó la diferencia para estos dos. Del mismo modo, ¡esto marcará la diferencia para los hombres y mujeres jóvenes de hoy! En lo que respecta a Josué y Caleb, la garantía de Dios era, “No temas, que yo soy contigo; no desmayes, que yo soy tu Dios que te esfuerzo: siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Is. 41:10). Estos dos habían “pasado” y reconocido la tierra. Descubrieron que era todo lo que Dios había prometido y más de lo que jamás habían imaginado. Ellos estaban calificados para detallar de primera mano de Canaán ya que lo habían experimentado, lo habían caminado y habían puesto un pie en las promesas de Dios.

Una vez le pidieron a un joven convertido que se levantara y predicara, pero el joven tímido protestó que no tenía un sermón y no sabía cómo hacer uno. Le dijeron que, si no podía predicar, simplemente contara su experiencia cristiana. El muchacho obedeció. Su corazón rebosaba de gratitud hacia su Señor por salvarlo, un muchacho de campo malvado e ignorante. No intentó dar ningún sermón, no uso una retórica carismática, no se entregó a ningún vuelo de fantasía de segundo año, no disparó fuegos artificiales, no esparció ramos de cumplidos. Continuó entre sollozos, lágrimas y regocijo para contar cómo fue justificado de sus pecados, cómo el Señor misericordiosamente lo encontró y, por amor de Cristo, perdonó sus muchos pecados, cuán gloriosamente feliz estaba, cómo Jesús estaba listo para recibir a cualquier otro pobre muchacho de campo, y cómo el único deseo de su alma era llevar a otros a Cristo. Y allí estaba él mismo, un monumento de la gracia, compartiendo su sentir hasta que el cielo descendió para recibir a las almas de sus oyentes y llenar sus corazones de gloria. ¡Este es el mejor sermón que jamás pueda ser predicado!

Cuando ustedes, hombres y mujeres jóvenes, hayan experimentado la rica profundidad espiritual a través de la fe en Jesucristo, y estén viviendo en sus promesas de gracia redentora, poder santificador y bautismo con el Espíritu Santo, nada podrá detener su avance hacia el excelente reino espiritual. Ni nada les impedirá alentar a otros a unirse y seguir adelante. Si se ha arrepentido de sus pecados y ha pedido a Cristo que entre en su corazón, entonces usted es salvo y ha comenzado su andar en el reino de las grandes promesas de Dios. Usted está calificado, no porque sepa mucho acerca de las Escrituras, ¡sino porque se ha encontrado con el Autor de las Escrituras! Solo usted puede compartir información detallada de primera mano sobre lo que Él hizo por usted, lo que Él significa para usted y adónde lo ha llevado.

Hombres y mujeres jóvenes, si la congregación de Dios alguna vez comienza a arrojar sombras de duda sobre su capacidad para alcanzar y cumplir las grandes promesas de Dios, y se pone a llorar y llorar y alzar las manos en señal de derrota porque el enemigo parece demasiado grande o las probabilidades demasiado grandes–Párese y tome la delantera como esos dos grandes jóvenes fieles, Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone. ¡Qué el grito de batalla de la Banda de Líderes Victoriosos sea siempre: “subamos luego, y poseámosla; que más podremos que…” las probabilidades, el desafío, la prueba, el maligno!

Juventud de La Iglesia de Dios, el Señor los llama a ser diferentes, a “… apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo…” (2 Co. 6:17) y Él los recibirá. No hay necesidad de dar vueltas, pueden salir del desierto espiritual que es el mundo y entrar en las bendiciones espirituales de Dios sin importar lo que otros digan, sin importar lo que cueste, sin importar lo que pueda significar, y no importa a quien se enfrenten. Dios nunca ha prometido que sería fácil seguir Su voluntad, caminar por Sus senderos y recorrer el camino menos transitado hacia la gloria, pero Él ha dicho que Él estaría con nosotros y que: “en todas estas cosas hacemos más que vencer por medio de aquel que nos amó” (Ro. 8:37).

Hay una generación de jóvenes, y creo que ésta es, que no estarán satisfechos con los relatos de mamá y papá, o con los recuerdos de los abuelos de los días pasados en la Iglesia, ¡sino son visionarios que marchan y esperan con ansias la gloria de la casa postrera! Esta es la generación de “no améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo”, que entienden esto “Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida, no es del Padre, mas es del mundo. Y el mundo se pasa, y su concupiscencia; mas el que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre” (1 Jn. 2:15-17).

Jóvenes de la BLV, olviden las cosas que están atrás y son temporales y extiendan la mano hacia las cosas que están por delante. Recuerden que la gloria de la casa postrera ha sido prometida y, aunque demore, ¡vendrá! Sigan mirando a la Tierra Prometida, ¡está a la vista y un poco más adelante! ¡Sigan mirando y avanzando hacia las más grandes bendiciones de Dios que cualquier generación haya visto!

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