Si nosotros, La Iglesia de Dios, creemos sinceramente en lo que enseñamos, no nos ofenderemos cuando seamos reprendidos por cualquier inconsistencia o incumplimiento de nuestra profesión. ¿Amén? Y es mejor que creamos lo que enseñamos, o de lo contrario “¡salga y deje que la Iglesia siga adelante!”

Si alguna vez hubo un momento para creer sinceramente, lo que prometimos sinceramente “creer y practicar,” ¡ese momento es AHORA! ¡Estos son tiempos “peligrosos” (no seguros, engañosos) cuando las profecías de los últimos tiempos se cumplen a nuestro alrededor! Considere la siguiente observación “honesta:” “Es una paradoja alarmante que una iglesia enseñe perfección, pero al mismo tiempo tolera a miembros que viven como el diablo.”

Como se indicó anteriormente, esta declaración no debería ofendernos, pero debería alarmarnos, ya que no es ningún secreto que tenemos miembros que hacen que nuestra enseñanza sobre la “perfección” parezca contradictoria; y a menudo ellos son “tolerados” también de forma ilógica.

Solo para asegurarnos de que entendemos el título de este mensaje, consideremos algunas definiciones: Paradoja: “Una declaración contradictoria o esencialmente absurda” (Oxford); “Una declaración que es contradictoria en realidad y, por lo tanto, falsa. Una persona, situación, acto, etc., que parece tener cualidades contradictorias o inconsistentes” (Webster). Un sinónimo, absurdo, significa: “Descabellada incongruencia; irracionalidad extrema; tontería; disparates; insensatez; idiotez.” (Cúlpeme, si quiere; pero acabo de citar a Oxford y a Webster. Sin embargo, estoy totalmente de acuerdo con sus definiciones.)

Presta una especial atención a lo que vivimos cuando aplicamos la anterior observación “honesta” y las definiciones asociadas a nosotros mismos. ¡Verdaderamente, una “paradoja alarmante!” ¡De hecho, una imposibilidad! Y parece razonable que sea hora de hacer algo al respecto; y, por supuesto, ¡sabemos lo que debe hacerse!

Permítanos ilustrar usando algunos casos hipotéticos: (1) Desafío o desobediencia: Un miembro desafía abiertamente los Consejos de la Iglesia a los miembros sobre la moderación en la vestimenta. “Dos o tres testigos,” ministros u otros miembros acreditados, denuncian a él/ella a las autoridades de la Iglesia. Cuando es confrontado, él/ella niega la acusación. Observe cómo se multiplica la ofensa. Primero, (a) hay desobediencia al Consejo, y peor aún, (b) ¡la negación es una mentira! Y “…todos los mentirosos, su parte será en el lago ardiendo con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Apocalipsis 21:8; 22:15). ¡Sabemos cuándo estamos mintiendo! (c) ¡Los testigos veraces e inocentes los hacen mentirosos! ¡Y con demasiada frecuencia, el verdadero mentiroso es al que se le cree! Segundo, un miembro ofende a un hermano o hermana miembro por palabra o hecho y nunca hace restitución, conociendo la Biblia y la enseñanza de la Iglesia “Restitución Cuando y Donde sea Posible.” ¡Aunque el ofendido pueda sopórtalo con gracia y paciencia, el ofensor sigue siendo culpable! Tercero, un miembro no paga sus diezmos con regularidad, si es que lo hace, aunque sabe que el pacto que él/ella tomó cubre todo lo que la Biblia enseña. Cuarto, un miembro se asocia claramente con un estilo de vida mundano, y con personas mundanas, cuando la Palabra simplemente dice que “… ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad con Dios?” (Santiago 4:4).

Sí, esta “paradoja” (examine la definición) de unirse a la Iglesia y profesar aceptar la Biblia como la Palabra de Dios en la fe y en la práctica, y luego vivir para la gloria de Satanás, es terriblemente alarmante, ya que atestigua que el profeso está perdido; ¡y es una mancha “un lunar feo” en la meta de perfección de la Iglesia! El liderazgo responsable no puede darse el lujo de colaborar con el enemigo permitiendo que exista esa condición, ¡para que él no se convierta en la alarmante paradoja! Permita que Dios hable a través de Su profeta: “Hijo del hombre, yo te he puesto por atalaya á la casa de Israel: oirás pues tú la palabra de mi boca, y amonestarlos has de mi parte. Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás: y tú no le amonestares, ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino, á fin de que viva, el impío morirá por su maldad, mas su sangre demandaré de tu mano” (Ez. 3:17, 18, estos versículos se repiten en Ezequiel 33:7, 8).

¡DETÉNGASE! ¡PIENSE! ¡CONSIDERE! ¡Acaso no es una paradoja, absurdo, decir religiosamente, lo haré al pacto de la Iglesia, y luego mostrar mi falta de respecto a Dios y a la Iglesia al romper ese voto! ¡Piense en Romanos 1:31 donde los “desleales” figuran entre los de una “mente depravada” (v. 28)! Sí, estoy siendo “estricto,” pero yo no escribí el Libro. ¡Solo estoy citando al Autor!