“Una vez estaba yo conduciendo a lo largo de cierto camino. Era en aquellos tiempos cuando utilizábamos caballos y calesines para el transporte. De repente paré el caballo en el camino, salté del calesín, y a toda prisa le dije al hermano que estaba conmigo que permaneciera con el caballo hasta que volviera. Salté sobre la cerca y en un campo arado. Me dirigí en una dirección sin saber adónde iba. Acerca de media milla me llamó la atención un pequeño camino en el campo. Seguí el camino alrededor de las colinas y a través del bosque hasta que de repente llegué a una casa que estaba llena de familia y de niños. Comencé a relatar la historia de amor a ellos y poco después estaban llorando, y luego en confesiones, y después comenzaron a sentir alegría. Y yo estaba muy contento porque había luchado mi camino en la distancia y escuché a ellos decir que hacía años que tenían hambre de la verdadera Palabra de Dios. Imagínese las alegrías que rodaron una y otra vez como almohadas de humo en los cielos cuando la Palabra de Dios hizo su efecto en toda una familia. Podría dar ejemplos similares donde he buscado y hallado todos los vecindarios así como también familias que tenían hambre de la Palabra de Dios, simplemente por ir, ir, ir…
“Me han dado con las puertas en las narices más de una vez. He sido echado de los hogares como un perro. Pero también, como un perro, fui a otros hogares y me dieron una calurosa bienvenida. En hacer el trabajo casa por casa, aprendí algunas cosas a medida que iba por el camino. Una de las cosas que aprendí fue a no desalentarme y a no renunciar porque me rechazaban y me hacían ir alguna que otra vez. Muchas veces los vecinos me recibían con un cálido recibimiento y cantaba y oraba y predicaba muy alto que la gente que había cerca que me había dado la espalda me abrazaron y se disculparon. Y siempre supe que cuando se me cerraba una puerta tal vez otras docenas se abrirían para mí. He ido a lugares donde la gente era muy desenfrenada que cuando entraba por la puerta principal toda la familia salía corriendo por la puerta de atrás.
¿Qué hice? Me senté adrede y esperé que vinieran. Y cuando vinieron escucharon la historia del evangelio de amor, y a veces se desprendía un avivamiento y las almas lloraban en su camino al Calvario”. (Mensajero Ala Blanca, 7 de diciembre de 1929.)
Mientras A. J. Tomlinson hizo lo que pudo para estimular a otros a ganar almas, él también exhortó a los ministros a predicar sobre las tres experiencias de tal manera que pudieran ser entendidas fácilmente por aquellos que necesitaban buscar de Dios. En un mensaje titulado “Las Tres Experiencias Definidas”, impreso en el Mensajero Ala Blanca, el 21 de julio de 1928, él dijo:
“¿Cómo puede la gente ser salva de sus pecados si el predicador no lo predica de esa manera? ¿Y cómo podemos esperar que la gente sea santificada si los predicadores no lo predican y lo hacen evidente y sencillo como una experiencia definida después de la conversión? Y lo mismo es cierto en cuanto al bautismo del Espíritu Santo. Estas experiencias se obtienen mediante la fe, pero la gente no puede tener fe para entrar en una experiencia que no se enseña claramente y de manera concluyente. Y cuando la enseñanza es más bien confusa e incierta es muy probable que las experiencias sean buscadas de una manera indefinida y confusa... “En este mensaje estoy tratando de demostrar la importancia de la enseñanza definida sobre estas experiencias definidas a fin de obtener los mejores resultados. Mediante esta enseñanza definida los oyentes serán más propensos a tener fe definida para insistir en estas experiencias definidas. Por lo tanto otra vez exhorto que haga evidente cada una en nuestros avivamientos y campañas evangelísticas. Y por este medio tengan resultados más definidos.
“Algunas personas las llaman la tres obra de la gracia, pero se debe mencionar más correctamente como dos obras de la gracia operadas en el corazón, y además de éstas viene el dote de poder para el servicio. La primera experiencia es la que hace que uno sea un hijo de Dios, la segunda es la crucifixión o la destrucción del ‘hombre viejo’; o la ‘naturaleza carnal’, y la tercera es el bautismo del Espíritu Santo y fuego. Éstas son las tres experiencias definidas que nuestra gente se aferra con tenacidad. Y la Iglesia de Dios se mantiene firme por un reconocimiento de estas experiencias sin comprometerse. Se conocen como ‘nacer otra vez’, ‘santificación’ y ‘bautizado con el Espíritu Santo y fuego’, como la evidencia en ‘otras lenguas, como el Espíritu les daba que hablasen’. (A. J. Tomlinson por Lillie Duggar, págs. 22, 23, 102.)