LA SANTIFICACION

La raza humana está infestada por un problema pecaminoso de doble magnitud: Sus propias transgresiones y su naturaleza pecaminosa innata o heredada de Adán. La redención total ha sido obrada por Cristo en la cruz para toda la raza caída, y es la única respuesta para estos dos problemas relativos al pecado. Las Santas Escrituras declaran en 1 Juan 1:9: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos, y limpiamos de toda maldad". El perdón de nuestros pecados está vinculado con la obra de la justificación, mientras que la purificación o limpieza de toda maldad está vinculada con la experiencia de la santificación, que es la segunda obra definida de la gracia.

La santificación tiene que ver con la purificación de la naturaleza global del creyente en Cristo; una separación de la naturaleza pecaminosa y la dedicación a Dios. Es una apropiación de Cristo como nuestro ejemplo supremo de santidad y nuestra conformación a Su imagen. La santificación, experiencia subsiguiente a la justificación, es la segunda obra definida de la gracia, y es una de naturaleza instantánea, obrada por el Espíritu Santo al aplicar la sangre de Cristo en el corazón del creyente para extirpar el pecado innato. Mientras que en la justificación las transgresiones actuales son perdonadas, en la santificación la naturaleza adánica o pecado innato, es desarraigado. La justificación trata con el acto de la culpabilidad del pecado, mientras que la santificación trata con la naturaleza del pecado. La justificación es un acto judicial en la mente de Dios; la santificación es un cambio obrado en la naturaleza del hombre. En la justificación, la reconciliación (amistad o confraternidad) del hombre es restaurada con Dios. En la santificación, el creyente es restaurado a la imagen de Dios. Nuestros pecados son perdonados en la justificación y en la santificación la naturaleza del pecado es extirpada. La justificación elimina la culpa de los pecados cometidos; la santificación elimina la inclinación de pecar en el futuro. La justificación es la justicia de Dios imputada al pecador arrepentido. La santificación es justificación infundida. La justificación es una experiencia para los pecadores, pero la santificación es una experiencia para los que han nacido de nuevo en Cristo.

A fin de ser santificado, primero se requiere que uno haya nacido de nuevo (salvo). Luego, mediante un acto de fe, el creyente da un paso adelante y se coloca a sí mismo bajo las corrientes purificadoras de la sangre de Cristo. La evidencia de la justificación es la paz con Dios. La evidencia de la santificación es un gran gozo dentro del corazón. La santificación produce en nuestro interior un cambio de naturaleza lo cual hace que el pecado sea algo repulsivo para nosotros.

A fin de retener la santificación, un creyente en Cristo tiene que continuar en el proceso de colocarse bajo las corrientes purificadoras de la sangre de Cristo. El resultado de la santificación es la pureza de corazón, lo cual nos capacita para vivir una vida santa. Hebreos 12:14 declara: "Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor". La santidad de vida es el resultado directo de la experiencia de la santificación. La santidad no es nada menos que la pureza de corazón y vida. Esta se refleja en la manera en que nos conducimos en nuestras vidas diarias.

Es imposible otorgar el trato adecuado a un tema tan digno como el de la santificación en un artículo o tratado como este; sin embargo, es nuestra oración que el lector se envuelva en estudios más profundos sobre el mismo. Unos cuantos pasajes bíblicos sobre esta doctrina prominente de La Iglesia ele Dios son expuestos abajo para su conveniencia:

Hebreos 10:10-1 5; 13:1 2, 13; 2 Timoteo 2:21; Romanos 6:6, 7; Gálatas 2:20; Judas 1; 1 Pedro 1:15, 16.